FRANCISCO DE GOYA. SATURNO
Es difícil decidir cuál es la más impactante entre las Pinturas Negras. La más terrible, sin duda, es el Saturno. Sobre esta imagen han corrido ríos de tinta, se han acumulado libros, homenajes y parodias, pero lo cierto es que nos deja sin palabras. Recientemente, El Prado tuvo el acierto de mostrar juntos los “saturnos” de Rubens y de Goya, ambos en su colección. La confrontación manifestaba la distancia a la que se colocó Goya a la hora de reinterpretar los mitos, y conducirnos así a la más fértil de las perplejidades interpretativas. Rubens ya dio un paso hacia el humor negro y el realismo gore, mostrando al dios hincar el diente en la carne del niño; Goya da un paso más, alterando los símbolos, agigantando el salvajismo.
Saturno o el Tiempo armado de guadaña era viejo conocido de la iconología. Su paisano y contemporáneo el escultor Joaquín Arali Solanas lo subió al reloj de La Seo de Zaragoza. Goya lo había utilizado en varias pinturas alegóricas previas.
Saturno, dios emparentado con el titán griego Cronos, devoró a sus hijos. Dicen unos que fue condición para mantener su reinado, otros que fue por miedo a que un hijo suyo lo matase. En cualquier caso, se trataba de un viejo que exterminaba a los jóvenes, o que eliminaba las imágenes sucesivas de sí mismo. Pensando en el Goya setentón que lo pintó, su Saturno tal vez sea una imagen del artista consumiendo su propia vida, personificada ésta en una mujer joven. O consumiendo la vida de quienes lo rodean. Tampoco se descarta una posible metáfora del Antiguo Régimen, que impide prosperar cualquier idea nueva. Quizá todo ello a la vez.
Esta pintura, construyéndose sobre un mito, se configura en realidad como un mito propio, un mito privado de Goya, polisémico, ambiguo, esto es, abierto a múltiples significados.
ISABEL MUÑOZ. SOMBRAS. SERIE JAPÓN. 2018
La fotógrafa Isabel Muñoz está fascinada por Japón y su cultura. Algunos de sus trabajos recientes tienen que ver con la danza Butoh. Del mismo modo que la obra última y más trascendente de Goya parece nacer del espanto de las guerras napoleónicas, la danza Butoh nace tras el horror de la Bomba Atómica. La tremenda imagen de Isabel Muñoz la protagoniza un viejo bailarín. Su gesto hambriento e insaciable hace
retroceder a este personaje hasta lo terrible ancestral, al mundo regido por Saturno. En la imagen de Isabel Muñoz impacta el maquillaje blanco del rostro y del cuerpo, la noche en que vive, y el rojo visceral de esa cinta que parece devorar, como si devorase sus propias entrañas, que se dirían hechas de tiempo.
Roberto Calasso, exégeta de los mitos clásicos, recordaba que “la culpa primordial es el gesto que hace desaparecer lo existente: el gesto de quien come”. La devoración de esa cinta roja no puede ser más sintomática.
UBICACIÓN: RUINAS DEL PALACIO DE LOS MARQUESES DE LAZÁN
Ningún sitio mejor que las ruinas de un palacio para ubicar la imagen de Saturno, el dios devorador de tiempo, la imagen de la caducidad.
La torre bajo la que se cobija el saturno de Isabel Muñoz es un ejemplo extraordinario, por lo raro, de arquitectura civil mudéjar. Es el superviviente de un castillo del siglo XV, junto al que se edificó el posterior palacio. El conjunto es imagen de las sucesivas capas del tiempo y de la caducidad de toda vanidad.
Esta ubicación pone en valor la extraordinaria torre del castillo/palacio y el reciente acondicionamiento de su entorno. Pese a la belleza y elocuencia de las ruinas, se invita a pensar también en las necesarias inversiones para la recuperación de este patrimonio único
ISABEL MUÑOZ (Barcelona, 1951)
Fotógrafa nacida en Barcelona. Vive en Madrid desde 1970.
En 1979 decide hacer de la Fotografía su profesión. Inaugura su primera exposición en 1986, en el Instituto Francés de Madrid, tras un periodo de ampliación de estudios en Nueva York.
Viaja recogiendo imágenes del mundo de la danza, de las artes marciales en China o la Capoeira brasileña. También refleja su preocupación social al tratar el tema del tráfico y esclavitud de niños en el Sudeste Asiático.
Su obra destaca por un tratamiento perfecto del blanco y negro (siendo un referente en la exigente técnica de la platinotipia), y por una dedicación exquisita al cuerpo humano, tanto en su condición escultórica como dinámica. Hacia 2003 comienza a trabajar también el color digital.
El ritmo de sus viajes se ha intensificado en los últimos años. De los muchos proyectos fotográficos que desarrolla, podemos destacar “Nuestro pequeño mundo”, idea que nace en El País Semanal y asumida por UNICEF.
Sería complejo hacer una selección de sus exposiciones. Tal vez la más relevante haya sido “La antropología de los sentimientos”, en Tabacalera Promoción del Arte (Madrid), programada con motivo del Premio Nacional de Fotografía, que le fueconcedido en 2016.
Desde hace años, ha sido esencial su relación con Japón, donde ha conseguido penetrar en la esencia de la danza Butoh, creando desde esta experiencia profunda alguna de sus mejores imágenes.
En 2016 inicia su serie “Agua”, trabajando bajo las aguas mediterráneas y las de diferentes mares japoneses. Resueltas como platinotipias, la belleza de estas obras quiere ser llamada de atención acerca del peligro que corren los ecosistemas marinos.
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