CAMPO DE BELCHITE: 15 PUEBLOS / 15 ELEMENTOS PATRIMONIALES
14. LA PUEBLA DE ALBORTÓN

 

De Uruguay a La Puebla de Albortón: el monumento de Pablo Serrano a José Gervasio Artigas
María Luisa Grau

 

Decía Francastel que “cuando los artistas modernos recurren, a pesar de todo, a la forma del retrato, esta parte de su obra no se integra dentro de los aspectos más importantes de su actividad”, una observación que, más que a la pintura, bien podría aplicarse al ámbito de la escultura, donde el retrato ha pasado a ocupar, desde la segunda mitad del siglo XX, una posición marginal. Entre las escasas excepciones que contradicen esta afirmación, se sitúa Pablo Serrano quien, consagrado a la abstracción y reconocido por la misma, hizo del retrato uno de sus géneros predilectos, al que dio categoría de serie bajo la denominación de Interpretaciones al retrato, la única en la que trabajó de manera ininterrumpida a lo largo de toda su carrera. La afirmación de Francastelsí se torna cierta, por el contrario, cuando observamos la escasa atención que ha merecido su producción como retratista, a pesar de ser un género clave dentro de su trayectoriaporla cantidad y la calidad de obras que realizó, así como por el hecho de que el retorno del escultor a España estuviera intrínsecamente relacionado con el mismo: con un retrato de Joseph Howard concurrió en la III Bienal Hispanoamericana de Arte de 1955, obteniendo el Premio de Escultura ex aequo con Ángel Ferrant; un conjunto de retratos protagonizaron Hierros y Bronces, su primera exposición individual en el país, celebrada en la sala Santa Catalina del Ateneo de Madrid en 1957; y un retrato fue el primer monumento público de Pablo Serrano en España, el dedicado a José Gervasio Artigas e inaugurado en La Puebla de Albortón en octubre de 1955. De los tres hitos que entrelazan el retrato y el retorno de Serrano a España, este último es, sin duda, el menos conocido.

El general Artigas visto por Serrano

Un runrún recorre las calles de La Puebla de Albortón el 10 de octubre de 1955[1]. Las principales autoridades uruguayas en España, representantes de la diputación provincialy del Instituto de Cultura Hispánica se congregan en la pequeña localidad zaragozana. El motivo no es otro que inaugurar, paradójicamente en vísperas de la Hispanidad, el monumento al general José Gervasio Artigas, libertador de Uruguay y descendiente de La Puebla de Albortón. La prensa del momento recoge la crónica del acto y señala a la Institución Cultural Española como donante de la obra y a Pablo Serrano como su autor. No aparecen más menciones al artista que su mero nombre, ni tampoco las consabidas alabanzas a la escultura, en la que Serrano había inmortalizado la efigie del héroe nacional en un busto de bronce, de corte académico, dispuesto sobre un pedestal de piedra. Pocas semanas después, protagonizará las secciones de Arte de la prensa nacional tras ganar el Premio de Escultura de la Bienal Hispanoamericana.

Inauguración del monumento al general Artigas en La Puebla de Albortón

Archivo de la Diputación de Zaragoza. Colección de Fotografía. Fondo Miguel París.

 

Como ya se ha señalado, esta obra constituye el primer monumento de Serrano en España y también suúltimo retrato de José Gervasio Artigas, el personaje al que más retrató en toda su trayectoria, con un total de ocho obras[2] concentradas en un periodo de cinco años. La primera de todas se fecha en 1950 y corresponde, precisamente, al primer monumento que dedicó al libertador, en el contexto del centenario de su muerte, y del que Lola Durán señala la existencia de varios ejemplares[3], uno de los cuales corresponde al fundido para La Puebla de Albortón. Es por ello que, aunque inaugurada en 1955, esta obra debe situarse en realidad en 1950, lo que permite entender que coincidieran en un mismo tiempo dos retratos tan dispares, el de Artigas y el de Howard (premiado en la Bienal Hispanoamericana de 1955), planteados desde los principios del academicismo el primero y desde la renovación en la línea del expresionismo el segundo. No menos condicionantes fueron en este sentido las exigencias y limitaciones que pesaban sobre la representación del libertador.

Cuando en 1950 afrontó la realización de esta obra, el escultor tenía a su disposición un sinfín de retratos de Artigas (pictóricos, escultóricos o en obra gráfica) que se venían sucediendo desde la segunda mitad del siglo XIX, momento en el que la necesidad de fundar el relato histórico de la nación había conducido a la rehabilitación del personaje, con su consiguiente respuesta en la plástica y en las letras. La creación de suimagen (física y moral) partía de una desventaja considerable como era la existencia de un único testimonio del natural,tomado por Alfred Demersay en torno a 1847, que mostraba a Artigas de perfil como un anciano despojado de toda aura militar.Aunque alejado de la épica del héroe que se quería divulgar, este dibujo fue la semilla que dio lugar al proceso de invención de la imagen del prócer, en el que los autores fueron modificando la visión de Demersay hasta desembocar en retratosdel personaje en edad joven y con fisonomías muy dispares[4].

Atendiendo a la exaltación propia del monumento, a las limitaciones que imponía el formato de busto y a las exigencias que pesaban sobre la imagen del personaje, Serrano planteó una efigie sobria y contenida de un Artigas maduro, en su doble condición de militar y de ciudadano, a través del uniforme del Cuerpo de Blandengues, del que fue General, y del poncho, prenda distintiva nacional, que cubre sus ropas. Al inclinarse por esta reivindicación civil y militar, Serrano se mostraba continuador del canon creado por Eduardo Carbajal, autor de la primera pintura que se hizo del libertador, basada en el dibujo de Demersay y en descripciones que el pintor tomó de veteranos que acompañaron a Artigas donde mencionaban su vestimenta. No quiso el escultor presentarlo como un anciano, como sí hiciera Carbajal, sino que se inclinó por un hombre maduro con una pose erguida, un semblante firme y noble (se sirve de la representación del pelo, de una barbilla ligeramente elevada y un gesto serio) culminado por una mirada grave que se proyecta hacia el horizonte.

Se puede decir que, en su primer monumento a Artigas, Serrano había cumplido fielmente con el canon que todo retrato del general debía seguir. Sin embargo, la corrección y la necesidad de ser fiel a un ideal pueden derivar, en no pocas ocasiones, en una rigidez que constriñe la creación y la capacidad de expresión.Quizá por ello, al mismo tiempo que realizaba el busto, Serrano sintió la necesidad de romper con el molde impuesto, recurriendo a un apunte rápido, hoy conservado en el Museo Histórico Nacional de Uruguay[5], donde evocaba a un Artigas anciano y frágil, que contradecía la idealización física y espiritual del héroe nacional. Frente a la imagen ilustre destinada a presidir el espacio público, ésta era una obra sencilla de un personaje sencillo, sin atributos militares ni aires de exaltación; una expresión privada, quizá una reflexión sobre cómo fue el hombre más allá del mito que se había construido.

Serrano tendría otra oportunidad para imaginar de nuevo al general. Fue en 1952, cuando recibió el encargo de ejecutar un monumento para la ciudad uruguaya de Rivera[6]. Liberado de las constricciones del busto, ideó un Artigas en pie con ligerocontraposto, que portaba en su mano derecha, tendida hacia adelante, las instrucciones del año XIII, mientras blandía con la izquierda un sable que miraba hacia el suelo, metáfora de la preferencia de la negociación sobre la lucha. Lo más novedoso fue la manera en cómo Serrano completó el monumento al incluir un conjunto de tres mosaicos en el suelo que rodeaba la escultura y que narraban tres capítulos de la creación de la nación de Uruguay. En poco más de dos años, Serrano había dado un paso más allá en la representación del héroe nacional y, sobre todo, en la concepción del monumento, superando la idea del hito vertical mediante la incorporación del espacio circundante y la presencia de otras manifestaciones artísticas.

Reflexión final

En 1955, dos años después del monumento en Rivera, se inauguraba en La Puebla de Albortón un nuevo ejemplar del busto que hiciera en 1950. Desconocemos los prolegómenos del encargo y qué condujo a reproducir una obra preexistente en lugar de levantar una escultura de nueva creación. Quizá la Institución Cultural Española prefirió fundir un nuevo ejemplar del busto por resultar menos gravoso económicamente; quizá confió a Pablo Serrano una nueva obra que éste pudo declinar por estar inmerso en otros proyectos. Pudieron ser estos u otros los motivos que llevaron a recuperar un retrato realizado cinco años antes y que el escultor, con toda probabilidad, ya sentía superado, lo que conduce a plantear una cuestión ¿Cómo habría afrontado en 1955 un nuevo monumento al libertador? Serrano se encontraba a las puertas de una etapa artística renovada y prometedora y las exigencias que condicionaban la imagen de Artigas no serían tan pesadas como en Uruguay. A tenor del cambio que Serrano estaba experimentado en el ámbito del retrato y de lo planteado en el monumento para la ciudad de Rivera, se puede imaginar que el resultado habría sido más libre y menos severo. Lo cierto es que nunca sabremos cómo Serrano habría visto a Artigas en el momento que se estaba fraguando un cambio de rumbo en su carrera.Esta suma de decisiones hicieron que este busto de Artigas, nacido en Uruguay como el libertador, viajara a España en 1955 a la vez que retornaba Pablo Serrano convirtiéndose, de este modo, en el primer y el último monumento que el escultor dedicó a Artigas y también su última obra uruguaya y el primero de los muchos monumentosque en las décadas siguientes inaugurará en España.

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[1] Aunque inaugurada en 1955, Rafael Ordóñez apuntaba en el artículo “El monumento a José Gervasio Artigas. Una obra de Pablo Serrano en Puebla de Albortón” publicado en octubre de 1982 en Andalán, que la obra pudo ser enviada a España con anterioridad al año de inauguración.

[2] Siguiendo el catálogo razonado de Lola Durán, a los dos monumentos que Pablo Serrano dedicó a Artigas (el fechado en 1950 y del que se realizarán copias posteriores, y otro realizado en 1952-1953 para la ciudad de Rivera), hay que sumar dos monedas conmemorativas del centenario de la muerte de Artigas (se conservan imágenes de las escayola, pero se desconoce si llegaron a fundirse en bronce), dos pequeños retratos realizados en marfil fechados hacia 1950, una medalla conmemorativa en bronce de la inauguración del monumento realizado en Rivera y un retrato de Artigas fechado en 1953 y correspondiente tan sólo a la cabeza. No se incluyen en esta relación de ocho retratos los bocetos de los monumentos que Serrano realizó.

[3]En el artículo referido anteriormente,Rafael Ordóñez señala la existencia de otro ejemplar de este busto en la localidad uruguaya de San Ramón.

[4] Narrar todo el proceso de creación de la imagen de José Gervasio Artigas excede los objetivos de este artículo, por lo que se remite a la lectura del catálogo de la exposición Un simple ciudadano: José Artigas, celebrada en el Museo Histórico Nacional de Uruguay, donde se realiza un exhaustiva e interesante investigación sobre la configuración del mito de Artigas a través de las artes plásticas.

[5] Este dibujo puede consultarse en la página 83 del siguiente enlace al catálogo de la exposición anteriormente citada: http://www.museohistorico.gub.uy/innovaportal/file/42285/1/un-simple-ciudadano-jose-artiga_comps.pdf

[6] Para saber más sobre este monumento, remitimos a la lectura de SAMPAYO FERREIRA, José, “La escultura de Artigas de Pablo Serrano en Rivera”, en Estudios Históricos, Año XII, Julio, 2020, Nº 23.

    

La Puebla de Albortón 6 octubre, 2022