CAMPO DE BELCHITE: 15 PUEBLOS / 15 ELEMENTOS PATRIMONIALES
13. BELCHITE

 

José Antonio Labordeta y Belchite
Alejandro J. Ratia

 

El asunto de la relación de José Antonio Labordeta, y de la familia Labordeta en general, con Belchite y su comarca daría para un ensayo largo.No en vano Belchite y Azuara fueron las cunas de su padre y de su madre. Sólo aportaré unas cuantas notas, que me parecen relevantes, con dos de sus poemas como excusa.

De Belchite era su padre, allí mantenían dos casas familiares(una en el paraje de Valdefeches y otra en el Tercón, junto al Pozo de los Chorros) y fue en el mismísimo casino del pueblo viejo, con 17 años, donde se estrenó como cantante José Antonio Labordeta, acompañándose a la guitarra. No extrañe que fuera en el pueblo viejo. Por entonces, inicio de los 50, no estaba aún abandonado. El adolescente Labordeta, al que no sé si le habría cambiado ya la voz, se lanzó a interpretar en inglés (y me parece simbólico) la balada de Sólo ante el peligro (el western clásico de Gary Cooper). Una bonita canción que a alguno de los vecinos le pareció una “mariconada”. Lo cuenta mejor que yo Miguel Mena en un artículo que puede verse en la web: https://cadenaser.com/emisora/2015/09/17/radio_zaragoza/1442478426_584208.html

Decía antes que la relación de los Labordeta con Belchite se extiende a su comarca. Por ejemplo, la colección de poesía Fuendetodos, dirigida por Julio Antonio Gómez, nace en entorno del Niké, la tertulia de la que Miguel Labordeta, hermano mayor (y maestro) de José Antonio fuera el alma. No es casualidad, porque no es sólo la memoria de Goya la que cuenta en ese nombre de la colección, sino la memoria del territorio que todos esos poetas amaron y conocieron, los Labordeta, mejor que ningún otro.

El primer libro de Fuendetodos fue, y no por casualidad, uno de Miguel Labordeta,Los soliloquios, de 1969, que creo que es el último poemario que publicó en vida.

Estaría pendiente el rastrear las huellas de Belchite en Miguel. Pero en este mismo libro, como en otros, el rescoldo de la Guerra Civil y de las ruinas sigue vivo. Y cito sólo cuatro versos (o versículos más bien) muy representativos:

vanas son las preguntas a la piedra

y mudo el destino insaciable por el viento

mas quiero hablarte aquí de mi generación perdida

de su cólera paloma en una sala de espera con el reloj parado para siempre

En la misma colección, dos años más tarde, aparece el famoso Cantar y callar de su hermano José Antonio, que tiene su paralelo en un LP que todos recordamos. Este libro iba acompañado por un single.

Uno de sus poemas más impresionantes está dedicado a Belchite. Y comienza así:

El árbol se levanta sobre la tapia hundida.
El viejo campanario –la paloma que había
huyó bajo la guerra- está desierto:
Todo es la sombra.

El monte desolado invade el patio,
el pozo seco,
el niño destrozado por la yedra.
Alguien recuerda –Antes estuve aquí,
hoy ya no vuelvo- por los muros de adoba calcinados:

Como en Miguel, la paloma como símbolo. “Estuve aquí”, “alguien recuerda”, diceademás, y lo dice el poeta con conocimiento de causa. En bastantes sentidos, como sucede con tantos zaragozanos, él tenía un pueblo, el pueblo de su padre, y éste era Belchite. Ese pueblo viejo del que habla no era una entelequia para él, unas ruinas que visitar como curioso, era algo que conoció con vida, en el extraño proceso de su vaciamiento. También pudover, siendo niño, cómo los presos políticos empezaban a levantar el otro pueblo, el pueblo nuevo.

Así lo cuenta en Los amigos contados (2002, Zaragoza: Xordica), en un pasaje en que evoca a su padre: “Te recuerdo en aquella tarde, en que después de mucho tiempo llegábamos a Belchite en aquel tren ingenuo que conducía a Utrillas. Te recuerdo bajando en el silencio amargo de la estación vacía y el caminar muy lento hacia el pueblo –torturado el paisaje por la guerra reciente- mientras veíamos a los presos políticos que alzaban, mudamente, ese nuevo paisaje que contigo ya no iba”.

Ese paisaje, esa arquitectura nueva en la que se iría vaciando el pueblo viejo, se le hacía ajena a Don Miguel Labordeta Palacios, el padre de Miguel y José Antonio, y de sus otros tres hermanos: Manuel, Luis y Donato.

Miguel Labordeta Palacios había nacido en Belchite, y estudiado en su Seminario Menor, como Jarnés (hijo de Codo), y aunque no se hiciera sacerdote, el amor allí adquirido por el latín, le llevó a ser catedrático de instituto de esa lengua. Doble vinculación con la comarca la adquiere al casarse con Sara Subías Bardají, una joven de Azuara. A este belchitano se le debe la fundación, en Zaragoza, del colegio Santo Tomás de Aquino, en cuya dirección, tras morir tempranamente (a los 56) le sucedieron sus hijos, y que se convirtió durante el franquismo en un refugio de pensamiento liberal.

No es extraño así que Belchite aparezca y reaparezca en la obra literaria, y en testimonios varios de José Antonio Labordeta. Su idea del duelo activo por Aragón y la regeneración democrática nacen en este pueblo y estas tierras. Javier Aguirre, que lo sabe todo sobre nuestro personaje, me recuerda otros libros en prosa donde aparece el pueblo paterno, en sus “cuasimemorias”Banderas rotas (2001, Madrid: La Esfera de los Libros), en Tierra sin mar (1995, Zaragoza: Xordica), y en las novelas cortas deCada cual que aprenda su juego(1974, Madrid: Júcar)o en la novela El comité (1986, Madrid: Editorial Ayuso), ficciones donde Belchite pasa a llamarse Bernice.

En una entrevista que le hizo el mismo Javier Aguirre (para el libro Los nuevos ilustrados, 2007, Zaragoza: Rolde de Estudios Aragoneses) le cuenta que está “escribiendo un libro que se desarrolla en Belchite”. Un libro que quedaría en su cajón, y tal vez salga algún día.

La presencia de Belchite, su paisaje y su pasado en los versos de Labordeta es una constante, sea o no citado el nombre.

Como segundo y último ejemplo entre estos poemas “belchitanos”, pondré uno del libro Treinta y cinco veces uno, (1972, Barcelona: El bardo), el titulado Último paso entre las tumbas, del que me quedo, esta vez con el final

Todo se hace paisaje,
todo se hace monte,
solitario matojo, viento y horizonte.
Los recuerdos anidan entre el polvo,
la tapia derrumbada y el ocaso del cielo.
Un día y otro día los abaten,
los rompen, los trituran,
y al final ni tumbas, ni páramos ni yedra:
Sólo olvido.

Aquí aparece el paisaje como castigo, cuando el mundo real se vuelve paisaje metafísico, tras la destrucción y el abandono. Y es curioso, otra vez, este entendimiento negativo del paisaje (también urbano), al que gustaría ver escalar desde objeto de contemplación para el poeta, hacia territorio fértil y humanizado.

Es muy relevante la dedicatoria que antecede a este poema:

a Pepe Sanchis y Magüi, que conmigo
conocieron Belchite.

Se trata de sus amigos, el autor teatral José Sanchís Sinisterra y su mujer, la extraordinaria actriz Magüi Mira. El caso es que Sanchís Sinisterra coincidió en Teruel con José Antonio Labordeta, profesores ambos de Instituto. Esta coincidencia de ambos en la capital turolense dio mucho de sí, y la que se llama ahora generación “paulina” (por el colegio menor San Pablo), le debe mucho a ambos. Pero esa es otra historia.

Lo notable de esta visita del dramaturgo a Belchite, con Labordeta como el mejor guía posible, nos da la pista de la localización de su ¡Ay, Carmela!en esta localidad. Ha sido la más famosa de sus obras, estrenada en 1987, llevada más tarde al cine por Carlos Saura. Un mito ya del teatro español.

Gregorio López, CC BY 2.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/2.0>, via Wikimedia Commons

    

Belchite 6 octubre, 2022