FRANCISCO DE GOYA. LA ROMERÍA DE SAN ISIDRO
Merece la pena comparar los cartones para tapices, o aquella primera y pintoresca pradera de San Isidro que pintó un Goya joven con la “romería” nocturna que imaginaría después para la Quinta del Sordo. Dirigida por un músico ciego, esa multitud que debería ser festiva resulta siniestra, las muecas de los cantores del primer plano resultan casi monstruosas. Parece que la noche los haya reclutado. Una noche que puede ser promesa en la España de los místicos, y celada y caos en la España de los pícaros.
La celebración, la romería, lleva en cabeza a lo que parece un grupo de mendigos. Los personajes pudientes parecen ir detrás, embozados, adoptando un rol secundario. Era la lógica de las antiguas saturnales romanas. (Saturno, como vemos siempre asomándose en las Pinturas Negras). La fiesta debería suponer una inversión de papeles, el protagonismo de los humillados, una revocación del orden. Pero de algún modo, resulta una falacia. Las multitudes aparecen anónimas y aborregadas. Tras la fiesta todo retorna a su lugar. La romería de las Pinturas Negras se manifiesta alienante.
Es sobre todo en esta pintura donde Goya se manifiesta el pintor de las masas, de la multitud, del anonimato. Una tradición que él inaugura y seguirán alimentando Ensor, Guston o Saura entre los pintores, al margen de pintores y cineastas.
MIGUEL TRILLO: CONCIERTO EN EL ROCKÓDROMO, MADRID 1988
Durante el Franquismo, la idea institucional de la fiesta popular se mantiene como sistema de control, se exalta el folclore, pero se prohíben los carnavales, se ordenan y controlan las calles, se acepta el espectáculo pintoresco de algún pobre borracho, y se baila la conga bajo la mirada policial. Contrastando con ello, la Transición hace cambiar, radicalmente, el concepto de las fiestas, la cultura juvenil se desarrolla con una autonomía irrefrenable, y los conciertos de pop y rock se convierten en celebraciones de la libertad, y lejos de eventos alienantes, sirven para revelar identidades e instintos reprimidos.
Miguel Trillo es el gran fotógrafo de estos fenómenos desde la transición hasta ahora mismo. Ha ido más allá de “La Movida”, retratando con un estilo inconfundible a los jóvenes, las tribus urbanas, en continua renovación. Documenta la evolución democrática hacia la fiesta catártica.
Las masas, que fueron descubiertas por Goya como asunto pictórico, son asunto privilegiado de fotógrafos como Trillo. Aquí, su aspecto siniestro se transforma en ceremonia libertaria.
UBICACIÓN: LA OFICINA DE TURISMO DE BELCHITE
Estamos junto a la iglesia de San Martín de Tours, edificio emblemático del Pueblo Nuevo, y junto al estanque, que dicen alimentado por una acequia romana.
La imagen de Miguel Trillo ofrece su imagen de rebeldía juvenil junto al área comercial de Belchite, cerca de su recuperado teatro, planteando así la idea de una cultura siempre viva.
Miguel Trillo (1953, Jimena de la Frontera, Cádiz)
Licenciado en Imagen y en Lingüística Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Tras unos comienzos en que su fotografía está cargada de tintes surreales y simbólicos, el nacimiento de la Movida y la eclosión del punk y de las tribus urbanas le proporcionan los temas a los que dedicará su vida. Tiempos de sus exposiciones en la galería Ovidio (1982) y en la sala Amadís (1983) y edición anónima del fanzine Rockocó
Poco a poco el interés por los conciertos y su entorno va derivando en un modelo muy personal de retrato grupal. Fueron célebres los publicados en la revista “Sur Exprés”: “Los nuevos pijos” (1988) y “Madrid hip hop” (1988).
De 1994 a 2017 ha vivido en Barcelona. Allí desarrolló sus series “Geografía Moderna”, “Habaneras”, etc. Un proyecto reciente lo ha llevado a Asia, retratando su peculiar e influyente cultura juvenil, “Cromasiáticos”
El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) de Sevilla y la sala Canal de Isabel II organizaron una importante retrospectiva en 2009. El Museo Reina Sofía desde 2011 ha incluido en la exposición permanente “De la Revuelta a la Posmodernidad (1962-1982)” sus fanzines y fotos de principios de los 80, que forman parte de la colección del MNCARS. En 2014 estuvo presente en la exhibición “La herencia inmaterial”, dentro de la colección del MACBA de Barcelona.
2017 fue el año de su muestra en el CA2M de Móstoles (“Doble Exposición”) y del Premio Cultura otorgado por la Comunidad de Madrid.
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