FRANCISCO DE GOYA. DOS MUJERES Y UN HOMBRE
En las Pinturas Negras, Goya se muestra heredero de ese extraño realismo español que inauguró La Celestina. La famosa tragicomedia. Tal como dictamina José Bergamín: “La tragedia nos cura del espanto por la piedad; la comedia, que es siempre, tal vez, una tragedia enmascarada, nos cura de la piedad por el espanto”. Esto enlaza con esa bendita ausencia de caridad que Oteiza alababa en Goya. Ese mostrarnos lo Real, aunque duela. Entre las escenas pintadas en la Quinta del Sordo, aquellas que parecen más banales o costumbristas resultan, a la larga, las más impenetrables, las que terminan conduciéndonos a un laberinto de interpretaciones.
Edith Helman insistió en las fuentes literarias de Goya, o en los paralelismos entre sus temas y los de autores de su tiempo. El arte de las putas, poema satírico de Nicolás Fernández de Moratín, padre de su amigo Leandro, se puede asociar a las imágenes de varios Caprichos y a la pintura de la Quinta que ha dado en llamarse Dos mujeres y un hombre. “Falsas sirenas son, amar no saben/ sino sólo a tu bolsa; está vaciada, / su amor infame se resuelve en nada”, leemos en el citado poema. Y en la pintura de Goya, parece que dos prostitutas se alíen para robar a un incauto y rijoso sujeto a quien ciega el placer. Es mucha casualidad que una de las putas de Moratín padre se llame Saturnina, y que el tema aparezca en un ciclo de pinturas presidido por Saturno. Las prostitutas son secuaces del viejo dios del Tiempo.
PEDRO AVELLANED. DOS MUJERES Y UN HOMBRE
Al reinterpretar el asunto goyesco del hombre entre las dos mujeres, Pedro Avellaned revela en ellas a unas sacerdotisas terribles.
La lucha entre los sexos se lidiaba, en tiempos de Goya, con ciertas armas. El poder masculino se compen- saba con la estupidez, la debilidad femenina, con la astucia. Hoy puede ser todo parecido, tal vez más com- plejo. En esta composición de Avellaned vemos a un único hombre y a una única mujer que se desdoblan. En el centro de este políptico profano, el hombre, fragmentándose, se erotiza y cosifica. Si nos fijamos bien, el sujeto de Goya cierra los ojos, pero el de Avellaned ni tan siquiera precisa ya de su cabeza. Si el hombre se fragmenta, la mujer, duplicada, convierte su grito en unas alas con las que huir con su botín, que se pare- ce en algo a la humillación del macho, y en algo al espanto frente al narcisismo.
UBICACIÓN: EL BAÚL DE LAGATA
Al igual que pasa con Codo o con Samper del Salz, la historia de Lagata está ligada a Monasterio de Rueda y a los cistercienses. De aquel pasado queda una puerta ojival. La puerta en cuestión, que alude al pasado del pueblo, conduce, y no es casualidad, a un centro cultural, lugar donde se custodia la memoria colectiva: “El baúl de Lagata”.
Pero no sólo se trata de historia, también es un lugar de encuentro y debate. Por ello se ha buscado junto a él la ubicación de esta obra de Pedro Avellaned, que nos habla de los estereotipos del hombre, de la actitud rebelde de la mujer contemporánea.
PEDRO AVELLANED (Zaragoza, 1936)
Uno de los grandes fotógrafos aragoneses y españoles. Premio Aragón Goya 2016. Pero no es sólo un fotógrafo, personaje clave de la cultura contemporánea en Aragón, ha sido hombre de teatro (fundador del Grupo 29) y cineasta. También debe señalarse su labor como docente, maestro de varias generaciones de fotógrafos.
A inicios de los setenta se enfrenta al reto de la cámara con un espíritu aprendido de los surrealistas, transgresor y experimentador, que no le abandonará nunca. Sus fotos en blanco y negro o color exploran las fronteras entre el erotismo y la muerte, pero también desarrolla una peculiar visión de géneros como el retrato y el paisaje. Muy importante su trabajo con el collage o fotomontaje.
De entre sus innumerables exposiciones podemos recordar una reciente, en el IAACC Pablo Serrano de Zaragoza: “Para calmar la sed” (2020)
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